Máncora salvaje

Como quien se deja llevar por un silencio improbable, leemos poesía. Cuadras más allá, en la avenida principal de Máncora, el reggaetón se despierta, y los bares, y las cuadras, y los dealers esperan los clientes afilando sus sonrisas desdentadas. Más acá, en la casa naranja, nos cansamos de pelear contra los mosquitos y decidimos dejarnos vencer, en un microclima espontáneo: las bellas chicas chilenas, las pizpiretas peruanas, los manes de la tabla de surf, todos leen poesía. Leen y comentan, se intercambian, y se recomiendan.








Me preguntan qué es el duhaldismo (Sebastián) o dónde queda Munro (Jonás) y entonces me doy cuenta que les estoy dejando pedazos de país.


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