Diego Sánchez // Para escribir la forma en que caen algunos muertos

Me encuentro con un amigo de mi viejo. Se llama Renzo. Me recuerda un personaje de Piglia; los hombros chatos, la mirada mordida, la necesidad de dar por sentadas algunas alusiones. Hacía muchos años que no lo veía. Lo poco que recordaba además de su cara eran unas grietas de piel muerta a lo largo de la yema de los dedos que en su momento solía cubrir con curitas adhesivas o pedazos de cinta hipoalergénica. Todavía las sigue teniendo. Cuando le pregunto cómo está me cuenta que su dermatólogo le diagnosticó algo así como “acrodermitis” pero como es un problema con el tiempo que demora en renovarse la piel de los dedos, él prefiere decirle “crisis”. Básicamente es la piel vieja que no termina de morir y la nueva que no se decide a nacer: crisis. Ya se lo dijo a los del bar, a los de la oficina, al taxista que lo trajo desde el Centro y ahora que estamos en la puerta me lo dice también a mí con una sonrisa entre los labios: es la crisis, tiene la crisis en los dedos.
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